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jueves, 25 de enero de 2018

El Exceso de Sal Daña el Cerebro


Una dieta con un contenido elevado de sal perjudica al cerebro y tiene repercusiones sobre la salud mental.

Según un estudio publicado en Nature Neuroscience, la ingesta elevada de sodio causa cambios en el sistema inmunitario capaces de afectar a la función cognitiva y causar demencia, al menos en ratones.


Estos nuevos datos se suman a estudios epidemiológicos previos que habían relacionado el consumo elevado de sal en humanos con un riesgo incrementado de sufrir hipertensión y enfermedades cardiovasculares, así como insuficiencia renal, osteoporosis e incluso cáncer de estómago.

También se había hallado una asociación entre el exceso de sodio y demencia, además de accidentes cardiovasculares.


A nivel celular, el exceso de sodio termina provocando una falla de las células endoteliales, que son las células que tapizan los vasos sanguíneos y se encargan del tono vascular.

En el caso del cerebro, hasta el momento se desconocía cuál era el mecanismo exacto por el que el este condimento impactaba de forma negativa en la salud cerebral.


“Hay cada vez más pruebas de que la sal provoca efectos perjudiciales profundos en la salud cerebral", explica el neurólogo Constantino Iadecola, autor senior de este estudio y director del Instituto de Investigación del cerebro y la mente Familia Feil, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Cornell, en Nueva York (EE.UU.).

Estudios epidemiológicos recientes hallaron que no siempre ocurre que un exceso de sodio repercuta en una presión arterial alta, lo que hacía que fuera complicado para las agencias de salud públicas emitir recomendaciones para toda la población. No obstante, sí se veía que tanto si se producía hipertensión como no, el cerebro se ve afectado. Y queríamos saber por qué”.


La sal oculta en los alimentos

Iadecola y su equipo realizaron un experimento en que alimentaron a ratones con una dieta con entre 8 y 16 veces más contenido en sal de lo que suelen ingerir. Esta cantidad de sal es comparable, según los investigadores, a unos 20 o 30 gramos de sodio en una dieta humana.

“Treinta gramos es difícil que se lleguen a ingerir, pero 20 gramos sí. En Kazajistán, por ejemplo, toman entre 3 y 4 cucharaditas de sal al día, el equivalente a unos 20 gramos diarios o unas cinco veces más de la cantidad de sal recomendada por la Asociación Americana del Corazón. Es el lugar con el consumo de sodio más elevado del mundo”, apunta Iadecola.

Y añade que en Asia, en general, el uso de sal es elevado, con salsas como la de soja, muy saladas. En los países occidentales, lamenta el especialista, el problema es la cantidad de sal oculta en la comida preparada. “No podemos ni llegar a saber la cantidad de sal que ingerimos”, remarca.

Tres meses después de comenzar esta dieta rica en sodio, los investigadores vieron que el endotelio, el tejido que recubre la zona interna de todos los vasos sanguíneos y modula el tono vascular, funcionaba mal, disminuía el flujo sanguíneo en el cerebro y los ratones comenzaban a tener problemas cognitivos: por ejemplo, perdieron la habilidad de explorar o de escapar de un laberinto.
En cambio, su presión sanguínea se mantuvo igual.


“Una serie de indicios que nos sugerían que comenzaban a padecer demencia.
 Vimos que se producía una reducción del 30% del flujo de sangre que va al cerebro y que las células de los vasos sanguíneos, que forman el tejido epitelial, eran incapaces de cumplir su función”, apunta.


Los investigadores observaron que con la ingesta de una gran cantidad de sal, aumentaba la cantidad de un tipo de glóbulos blancos que hay en el intestino, los linfocitos TH17, y también de unas moléculas causantes de inflamación llamadas IL-17.

Es más, vieron que era precisamente ese aumento de moléculas IL-17 en sangre lo que acababa provocando efectos negativos en el cerebro y síntomas propios de la demencia. “Quedan muchas cuestiones abiertas, como por ejemplo cómo logra la sal en el intestino transformar los glóbulos blancos”, indica Iadecola.


Presente en las demencias

Para que el cerebro realice de forma normal sus funciones necesita un nivel de sangre adecuado y constante.
“Las neuronas para funcionar necesitan oxígeno y azúcar”, puntualiza el investigador.

En el estudio tanto en ratones como en células humanas los investigadores observaron que el aumento de moléculas proinflamatorias disminuía el flujo sanguíneo en el cerebro y se sospecha que en algunos tipos de demencias, como por ejemplo el Alzheimer, justamente el flujo sanguíneo se ve reducido.


En el estudio, los ratones que siguieron la dieta alta en sal eran incapaces después de pocas semanas de identificar nuevos objetos, perdieron memoria espacial e incluso eran incapaces de fabricar un nido.

La buena noticia es que los investigadores también vieron que los efectos de una dieta con exceso de sodio se podían revertir al poco tiempo simplemente volviendo a una alimentación normal saludable.


Esta investigación se suma a otra reciente, publicada en Nature, que alertaba del impacto negativo del exceso de sal en la dieta sobre la microbiota intestinal, el conjunto de trillones de microorganismos que habita sobre todo en nuestro colon y que se encarga de funciones clave para el organismo, como entrenar al sistema inmunitario.

El año pasado este mismo equipo concluía en un artículo en Nature Medicine que los cambios en el sistema inmunitario del intestino podían alterar el cerebro y su capacidad de reparar daños tras, por ejemplo, un infarto. “Lo hemos demostrado en el caso de infarto y ahora de demencia.

Un consumo elevado de sal puede impactar de forma negativa en la salud cerebral en humanos, independientemente de su efecto en la presión arterial”, resume Iadecola.


© Cristina Sáez. La Vanguardia.

MAS INFO: http://buenasiembra.blogspot.com.ar/2011/03/la-sal-marina-beneficios.html

sábado, 18 de noviembre de 2017

La alimentación basada en productos ecológicos,


ALIMENTOS 
ECOLÓGICOS
más nutritivos, saludables y respetuosos con el medioambiente
La investigación agrícola principalmente se ha concentrado en el estudio del aumento de producción y la reducción de costes en el procesado de los alimentos, por eso no sólo están dejando de cumplir su finalidad de nutrir y por tanto, de generar salud, sino que además, desde cada vez más amplios sectores científicos, se ha empezado a denunciar los alimentos como causantes de las modernas enfermedades degenerativas (obesidad, enfermedades cardiovasculares, cáncer, etc.)
A esta preocupación por la salud se añade la creciente sensibilidad de la opinión pública por las consecuencias negativas de la actividad agraria sobre el medio ambiente, por lo que la producción de alimentos de calidad, mediante técnicas agroecológicas es la alternativa de obtención de alimentos más acorde con un futuro equilibrado.
La exposición humana a los pesticidas es un hecho bien estudiado en los últimos años, existiendo información de los efectos agudos y continuos de estos productos en casos de intoxicación.
También son bien conocidas las consecuencias que tiene sobre el desarrollo y funcionalidad de diferentes órganos y sistemas, que abarca desde las alteraciones neurológicas, reproductivas, endocrinas o inmunológicas, hasta fracasos funcionales y alteraciones importantes del comportamiento.
Son conocidos los trabajos sobre incidencia y mortalidad por cáncer en poblaciones agrícolas, cuyo riesgo es superior al resto de la población en general, para algunas localizaciones tumorales (cerebrales, cáncer de pulmón, ovario y próstata, los sarcomas de partes blandas y algunos tipos específicos de leucemia).
Los abonos desequilibrados y la forma en que éstos se suministran al suelo, como sales solubles y no bajo forma orgánica, modifican profundamente la bioquímica de la planta.
Por tanto, los abonos químicos alteran la composición de los alimentos.
Los fertilizantes nitrogenados, reducen del contenido de materia seca por aumento de la cantidad de agua en el protoplasma celular.
El contenido de agua en los alimentos frescos por el empleo de abonos nitrogenados, puede variar entre el 5 y 30% más que en los alimentos ecológicos, así un aumento del 15%, implica que cada 7 kg de fruta u hortalizas producidas con agricultura convencional contienen 1 L de agua más que los producidos ecológicamente.
También disminuye el contenido de vitamina C.
Además el empleo de fertilizantes de síntesis repercute sobre la calidad del producto durante su conservación, y pueden influir de forma importante en la producción de pérdidas durante el tiempo de almacenaje, debido a que un exceso de nitrógeno produce tejidos blandos con escaso niveles de materia seca.
El abuso de los fertilizantes nitrogenados de síntesis en agricultura convencional puede provocar la presencia de residuos en vegetales y si se acumulan en grandes cantidades pueden tener efectos cancerígenos.
Los fertilizantes potásicos afectan a la composición de las plantas al reducir el contenido de magnesio, por existir un antagonismo con el potasio, y también provocar la disminución de calcio y otros oligoelementos. Los abonos fosfatados reducen el contenido en carotenos (provitamina A).
Otras consecuencias de la utilización de abonos nitrogenados son el aumento del contenido en proteínas en la planta, pero de menor valor biológico, disminución de la cantidad de oligoelementos, menor conservación de los productos, debido al aumento de la cantidad de agua de los mismos, y disminución de la resistencia frente a plagas y enfermedades de los cultivos.
La acumulación de nitratos en el suelo y en los alimentos también es debida a un excesivo abonado con nitrógeno.
En este sentido, las técnicas de producción ecológicas y la asociación de cultivos son favorables para producir hortalizas con baja concentración de nitratos, especialmente en cultivos de invierno y con las condiciones ambientales del litoral mediterráneo.
La alimentación basada en productos ecológicos, mucho más sanos y de menor impacto ambiental, constituye una alternativa a la alimentación convencional, en la que los alimentos sufren una desnaturalización progresiva que hace peligrar la salud de los consumidores, al tiempo que los residuos tóxicos y la erosión física y biológica hacen mella en los ecosistemas empobreciéndolos.
Los métodos de producción ecológica implican importantes restricciones en la utilización de productos químicos de síntesis que dan lugar a la ausencia de residuos de este origen en los alimentos obtenidos.
Las principales prácticas contra los agentes nocivos en agricultura ecológica consisten en mantener y favorecer la presencia de fauna auxiliar y con ello se limitan los riesgos de presencia de residuos de fitosanitarios en los alimentos y la contaminación del entorno.
La producción de alimentos ecológicos, simboliza muchos de los aspectos fundamentales que conducen a los consumidores a decidirse por la comida y el consumo ecológico, como son la preocupación por la presencia de residuos de productos fitosanitarios, el deseo de contribuir y apoyar la existencia de sistemas de agricultura sostenible, o el conocimiento de que los alimentos de producción ecológica pueden contribuir a una mejor comprensión de lo que se come y de qué forma repercute en cuestiones de salud, seguridad, nutrición y potabilidad.
La mayor concentración de minerales en alimentos ecológicos, se pone de manifiesto, por ejemplo, en el contenido en potasio en lechugas romanas ecológicas, donde se ha encontrado aproximadamente un 20% más de este elemento.

También en los contenidos de hierro en la judía-grano, donde las concentraciones en los granos de judía convencionales son de aproximadamente 6 mg por cada 100 g, mientras que los de producción ecológica son de 7.12 mg.

Estos datos ponen de manifiesto que los granos de judía ecológica aportan un 15.7% más de hierro que las convencionales.
Por último indicar también que los resultados más significativos (Raigón, 2007) en diferentes estudios comparativos han demostrado que:
Las concentraciones de nitratos (sustancias tóxicas) en vegetales es mayor en el caso de las verduras procedentes de cultivo convencional, variando en función de la especie, en promedio, 50% más en el caso de col china, 35% para la lechuga, 65% para la acelga y 28% para la espinaca.

  • Las verduras ecológicas han presentado mayor concentración mineral (25% más de potasio en lechugas, 14% más de calcio en tallos de hinojo, 16% más de hierro en judía grano).


    Las cantidades recomendadas diariamente, en una persona adulta de Hierro, Sodio, Potasio y Calcio se pueden conseguir con el consumo de 500 g de acelga ecológica fresca, sin que repercuta en riesgo aparente para la salud, por no superar la ingesta diaria admisible de nitratos.


  • Las mismas cantidades de elementos nutricionales se podrían consumir con la ingesta de aproximadamente 550 g de acelga convencional fresca, aunque con ello la cifra de nitratos consumidos se duplicaría, apareciendo riesgo para la salud.

    El zumo de naranja ecológica contiene un 20% más de vitamina C que el procedente de frutos convencionales.

  • Los frutos cítricos ecológicos son más aromáticos, presentando un 24% más de aceites esenciales.


  • En pimiento ecológico verde se alcanza un 10% más de vitamina C y en rojo un 7% más, frente a los convencionales.


  • Las sustancias antioxidantes están en concentraciones superiores en frutas ecológicas, por ejemplo en fresas (26%), zarzamora (40%), manzana (15%) y pimiento (17%).


  • Las variedades tradicionales de lechuga han concentrado mayores contenidos minerales que las comerciales.


  • Las frutas y verduras ecológicas contienen menor nivel de agua, repercutiendo en mayor materia seca, mayor concentración de los sabores, mejor ajuste en la relación del precio y mayor capacidad de conservación.


  • La col ecológica puede resistir hasta 24 días síntomas de pudrición, frente a los 6 días de la col convencional. Los frutos cítricos ecológicos presentan seis semanas más de conservación en postcosecha que los convencionales.
Puedes encontrar más información en el libro de

lunes, 19 de junio de 2017

¿Qué hacer para bajar los niveles de triglicéridos?

¿Triglicéridos elevados?
¿Qué comer y qué no?

Considerado un factor de riesgo de infarto o Accidente cerebrovascular es importante determinar el valor de triglicéridos en sangre y tomar las medidas necesarias

Al ingerir alimentos, el organismo utiliza los nutrientes necesarios para obtener energía y realizar las funciones vitales. Cuando el individuo come en exceso y es sedentario, el excedente de energía se atesora en forma de triglicéridos en el tejido adiposo.

Los triglicéridos circulan en el torrente sanguíneo unidos a las lipoproteínas hacia los tejidos. Se depositan en el hígado y en el músculo para ser utilizados como fuente de energía y de esta manera, cubrir las necesidades energéticas.

Al realizar ejercicio, el músculo utiliza primero las reservas de glucógeno (azúcares) que se agotan rápidamente y luego los triglicéridos.
Si la persona es sedentaria, acumula el exceso de triglicéridos en el músculo y esta condición genera alteraciones metabólicas.


¿Cuál es el impacto en la salud?


Se considera que los triglicéridos en sangre son normales cuando el valor es inferior a 150 mg/dl. El aumento de triglicéridos (hipertrigliceridemia) es considerado un factor de riesgo independiente de otras variables, es decir, aumenta las probabilidades de tener un infarto de miocardio o un Accidente cerebrovascular (ACV).

Asimismo, el hallazgo de hipertrigliceridemia post prandial (después de comer), se ha postulado como un nuevo factor de riesgo cardiovascular.

Esta condición se presenta luego de consumir comidas muy abundantes, ricas en azúcares y grasas que favorecen un aumento transitorio de los niveles de triglicéridos con un impacto negativo en el metabolismo de la glucosa: favorece la resistencia a la insulina especialmente en personas con síndrome metabólico.


Asimismo, los individuos con sobrepeso y distribución de grasa a nivel abdominal, definida por un perímetro de cintura superior a 88 cm en la mujer y mayor a 102 cm en el hombre, pueden presentar más riesgo de desarrollar diabetes y alteraciones en el perfil de lípidos, conocida como "dislipemia aterogénica".

Se caracteriza por la asociación de HDL bajo, triglicéridos elevados, LDL pequeñas y densas y niveles elevados de APO B (apolipoproteína B).

Los niveles de LDL pueden ser normales, pero al ser partículas de menor tamaño y estar "cargadas" de lípidos, favorecen la formación de placas ateroescleróticas al invadir el endotelio (capa interna de la arteria) y aumentan de esta manera, el riesgo de infarto.


¿Qué alimentos aumentan los triglicéridos?


Los triglicéridos aumentan como consecuencia de un consumo excesivo de calorías, especialmente con una dieta rica en carbohidratos y azúcares simples (miel, golosinas, azúcar de mesa, bebidas y jugos azucarados) harinas refinadas y alcohol.

El exceso de calorías y una vida sedentaria predispone al sobrepeso con acumulación de la grasa a nivel abdominal con un aumento de los ácidos grasos libres circulantes que finalmente se acumulan como triglicéridos en los tejidos.

Esta condición conocida "como obesidad abdominal", favorece en el largo plazo, la aparición del síndrome metabólico con valores de glucemia superiores a 100 mg/dl, hipertensión arterial y alteraciones en el perfil lipídico, previamente descripto.
En ocasiones, se asocia con un aumento de los niveles de ácido úrico.


¿Qué hacer para bajar los niveles de triglicéridos?


Si existe obesidad abdominal, es necesario abordar un plan nutricional para lograr el descenso de peso, limitar los azúcares simples, bebidas y jugos azucaradas, harinas refinadas, dulces, galletitas, pan blanco, así como reducir el consumo de comidas hipercalóricas ricas en grasas.

Además, modificar los hábitos alimentarios: evitar el picoteo de golosinas o galletitas, reducir el tamaño de la porción, no saltear comidas para evitar el descontrol.

El plan debe ajustarse a las necesidades individuales para lograr el descenso de peso y promover el consumo de fibras, presentes en frutas, verduras y cereales integrales, pescado, carnes magras y lácteos descremados.
Además, debe eliminar el alcohol (cerveza, vino, bebidas blancas, etc) dado que su consumo impacta significativamente en los valores de triglicéridos.


El ejercicio ayuda a reducir los niveles de triglicéridos y azúcar en sangre al mejorar la sensibilidad a la insulina, colabora con el control de la presión arterial y favorece el descenso de peso.

La clave es planificar un programa de actividad física recreativo que la persona disfrute y pueda realizar cerca de su casa/trabajo para que no abandonarlo.

Elegir entre las distintas opciones: salir a caminar, andar en rollers o bicicleta, correr, nadar, yoga, hacer una clase de gimnasia o baile o bien algún deporte.

La decisión de sumar un tratamiento farmacológico o el uso de suplementos con Omega 3 está en manos del profesional quien evaluará los datos del laboratorio, las características clínicas, la presencia de otros factores de riesgo (diabetes, obesidad, hipertensión) y la respuesta inicial a los cambios en el estilo de vida.

La autora
es (MN 84182) Especialista en Cardiología y Nutrición con orientación en obesidad.


MAS INFO:  http://buenasiembra.blogspot.com.ar/2013/10/por-una-alimentacion-sana-y-plena-de.html